En el territorio que hoy conforma
el término municipal de El Hoyo de Pinares existieron diversos
asentamientos humanos en la antigüedad, pero la localidad como tal surge
realmente tras la "reconquista" cristiana y la repoblación
llevada a cabo en las tierras abulenses.
El 30 de octubre de 1273, mandatarios abulenses del Rey Alfonso X el Sabio
otorgan la carta concediendo heredamiento a la entonces aldea de El Hoyo:
«(...) E nos, Furtún Alián e don Yeñigo e Gil
Vásquez e don Mateos, fuimos al Foyo e viemos de conmo moravan en lugar
esquivo, de muy grandes peñascales e montañas e, entendiendo que
hera serviçio de Dios e de nuestro señor el Rey e los más
syn daño del conçejo de Ávila, que lo nos podyemos fazer,
dímoslos este heredamiento...»

Restos
de la antigua ermita de Navaserrada,
reconstruidos en "El Fresne"
Durante siglos el municipio, que era de realengo, se
organiza en régimen de concejo abierto, reuniéndose los vecinos
"a son de campana tañida" para deliberar de los asuntos
comunes.
Iglesia
Parroquial
de San Miguel
Arcángel |
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En 1591, el primer censo de población conocido, las
"Averiguaciones de Vecindad" que se hicieron en la Corona de
Castilla por mandato de Felipe II, alude a El Hoyo, con un total de trescientos
ocho vecinos (concepto parecido al de "cabezas de
familia").
Esta localidad abulense perteneció durante varios siglos al
"Seismo de Santiago", una de las siete agrupaciones de pueblos
para la administración de bienes comunales con las que contaba a la
sazón la provincia de Ávila.
También el Censo de 1594, publicado posteriormente por el
Canónigo Archivero Tomás González, da noticia de la
localidad como cabeza del "Arciprestazgo de Pinares",
división religiosa dentro de la diócesis. El lugar de El Hoyo
«tiene una pila y doscientos y veinte vecinos y en la villa del
Quejigar, su anejo, hay seis vecinos y no tiene pila».
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Durante el
siglo XVI, la ubicación de la Corte en El
Escorial dejará huella en la localidad. El Monasterio escurialense fue
ocupado por la comunidad de frailes jerónimos que provenían de la
Casa Convento de El Quexigal y en esa época (según detalla
José Carvajal, hijo del pueblo y Maestro de Ceremonias de la Seo de
Zaragoza), El Hoyo era parada y fonda en el servicio de diligencias que
unía ambos lugares, por lo que se dejará sentir la influencia de
la orden jerónima en la historia local, con huellas en la arquitectura y
en el arte religioso.
Más tarde, El Hoyo de Pinares, se convirtió en municipio "de
señorío", pasando a depender del Consejo de la Santa
Cruzada, que no percibía tributos pero tenía la facultad de
nombrar a las autoridades locales. Finalmente, pasaría a manos del
Marqués de Las Navas.

Puente
de "La Pililla"
En el siglo XVIII el
Catastro del Marqués de la Ensenada nos dibuja una localidad de unas
sesenta familias, que están dedicadas fundamentalmente a la agricultura
y a escasos aprovechamientos forestales, aunque también da cuenta de
algunos oficios y pequeños establecimientos comerciales.
Ya en el siglo XIX, el célebre
Diccionario Madoz hace referencia a la localidad con novecientos veinte
habitantes y doscientas cuarenta viviendas. Sigue siendo cabeza del
arciprestazgo, que agrupa a catorce pueblos de la zona. Mantiene una importante
producción agrícola, con tejedores y molinos, y existe
también actividad ganadera.
En 1872, el diputado abulense Martín Carramolino, en su Historia de
Ávila, su Provincia y Obispado, refiere El Hoyo de Pinares como una
villa con 1.382 habitantes, dispersos en un núcleo poblacional principal
y varios pequeños núcleos aislados en torno a casas
agrícolas y molinos. Destaca en esta época histórica la
importancia de los yacimientos mineros.
Pero en el siglo XX, a finales de la década de los cincuenta, cuando el
municipio cambia decisivamente su perfil y comienza su etapa de mayor
desarrollo, con el impulso de la construcción y del sector servicios,
convirtiéndose en lugar de acogida, especialmente para muchos
madrileños que lo eligen como segunda residencia.
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Sagrario
de la iglesia |
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