Historia >> Gavilanes en la Época romana



5. Gavilanes en la Época romana

A mediados del siglo II, tras la batalla de Ilipa, los cartagineses son vencidos definitivamente y expulsados de España por los romanos. Estos avanzan entonces sus fronteras desde el Sur hasta la línea del río Tajo. Es por estas fechas cuando toman contacto por primera vez con la nación Vettona y, por ende, con la tribu que habita nuestra sierra y valle. Ya en el 193 a. de C. una coalición de carpetanos y vettones, al mando de su caudillo Hilerno, al intentar levantar el cerco de Toledo, es derrotada y su jefe hecho prisionero. Al año siguiente, los mismos vettones, conducidos por Púnico y aliados de los lusitanos, invaden la Bética, saqueándola y retirándose después con rico botín a la sierra. En el 155, el pretor Manilio dirige una expedición de castigo, destruyendo varios castros y devastando sus campos. No hay duda que gente de nuestra región lucharían en estas acciones, ya por sí solos o federados a carpetanos, vacceos y lusitanos. Años más tarde, durante las guerras lusitanas, vemos a nuestros antepasados los vettones integrados en la gran Confederación Lusitana, dirigida por el caudillo Viriato, que en una de sus invernadas en el valle del Tiétar es asesinado junto al «mons Venus» y enterrado en una colina plantada de olivos. A partir del 125, aplastada la sublevación y terminadas las guerras sertorianas, César obliga a los indígenas a abandonar las montañas y los instala en el llano, comenzando así la romanización. Nuestras tierras, pobres en cereales, poco o nulo interés tendrían para los nuevos amos, que se limitaron a seguir explotando el hierro y plomo de la antigua «La Mina».

En este lugar, y en un «labrado» propiedad de mi familia, existe un pequeño poblado minero con muralla aún visible limitando el camino al río Tiétar. Recogí allí hace años un capitel estilo dórico. También son de este poblado la cerámica sigillata de la Fig. 1 y un as ibérico bilingüe de la ceca Celse, así como un denario de Trajano y varios semis altoimperiales y bajoimperiales (Fig. 2).




Por toda la cima del cerro hay desparramados restos de sigillata, cerámica iberorromana, tégulas y gran cantidad de mazas de piedra de minero, que por la gran abundancia de estos útiles y la siembra de escoriales por toda su superficie me hace pensar que la explotación duraría hasta el Bajo Imperio y más.

Encontré otras monedas, éstas bajoimperiales, en el tantas veces mencionado «El Cerro», donde perduraría el hábitat vettón, ligeramente romanizado, hasta muy avanzada nuestra Era.

Dos «Villas» más tengo localizadas en Gavilanes: La primera de ellas se asienta sobre un pequeño cerro a la izquierda del camino de la Mina que baja al Tiétar, como a unos 300 m. del mismo; el labrado es propiedad de mi buen amigo Santiago Sánchez, quien me mostró una urna cineraria de plomo encontrada por obreros que procedían a limpiar de maleza la finca. Por toda la superficie se ven tégulas ímbricas, piedras labradas y cerámica.

La segunda está ubicada dentro de la explotación del vivero de la dehesa de Cantogordo, a unos 200 m. del río Tiétar y sobre una meseta con ligera elevación del cauce del río. Ramón, capataz de la explotación, me mostró un molino de mano, monedas y otros vestigios encontrados al plantar los árboles. También son notorias por todo el área: sigilata hispánica, ladrillos, cerámica y tégulas correspondientes a un asentamiento tardorromano o visigodo.

Escribiendo estas líneas, me trae Anastasio un «Antonino» hallado en el derribo de la antigua casa de José y Pedro. Aparece esta moneda romana en los escombros y revuelta con otros resellos del siglo XVI, sin contexto datable alguno, por lo que pienso que bien puede ser hallazgo casual de algún habitante de la casa que la guardó como recuerdo o antigualla. De todas formas, sería magnífico que el actual Gavilanes, ya en el siglo III, hubiese sido un asentamiento romano.

Otro vestigio romano es la pequeña calzada que, atravesando todo el término de Oeste a Este, y conocida como «El Ramal», enlazaría la calzada de Ramacastañas y Puerto del Pico con la de los Toros de Guisando. Este «Ramal», que discurre por todo el valle, se ramifica a la altura de Las Tres Cruces y, serpenteando, sube hasta el Puerto de Mijares, baja a Burgohondo y enlaza con Avila. Existen restos de un puente sobre la garganta de las Torres, en el lugar llamado Rodaja. Construido con mortero de piedras rodadas y guijarros, bien pudiera haberse realizado en época romana.

Cinco son, pues, los vestigios romanos constatados sin lugar a dudas en nuestro término: «La Mina» (2), «El Cerro», «El Ramal», Cantogordo, y uno probable: el casco del actual Gavilanes.



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